Paper. 2017
Las sirenas y las mujeres-pez eran otro de los problemas urgentes con los que se enfrentaban los investigadores del alma. Estas hijas del mar parecían estar en todas partes. Agresivas y depredadoras, guiadas por la incesante necesidad sexual de la ninfómana, no deben ser confundidas con ese grupo de criaturas acuáticas, las ondinas*, es decir, ‘mujeres-ola’ (…)
La sirena era lo opuesto a la manifiestamente violable ondina. Había permitido que resurgiese en ella la fuerza masculina del estadio bisexual primitivo, por eso representaba el elemento agresivo y bestial de la naturaleza de la mujer. No era precisamente la perla cultivada de la feminidad pasiva y moderna, sino la atávica, brutal y peligrosa de las entrañas húmedas y frías del mar.
Las flores venenosas: las ménades de la decadencia y el tórrido gimoteo de la sirena, dins de Ídolos de perversidad. La imagen de la cultura de fin de siglo (Bram Dijkstra)
* ninfas que viven en el fondo de las aguas, que tienen bella forma humana, pero que carecen de alma inmortal, que solo pueden adquirir si se unen a un humano para siempre.